El arte de redactar oscila entre la sencillez y la precisión de las palabras que elegimos para comunicar un mensaje por escrito. Sin embargo, en ocasiones caemos en la tentación de “adornar” mucho nuestros textos y solemos redundar sobre el mensaje.
Es común que al momento de escribir la primera versión de un párrafo repitamos expresiones innecesarias. A ese error se le llama redundancia y es considerado un vicio del lenguaje.
¿Qué es la redundancia?
La Real Academia Española define la palabra redundancia con tres conceptos íntimamente relacionados:
- f. Sobra o demasiada abundancia de cualquier cosa o en cualquier línea.
- f. Repetición o uso excesivo de una palabra o concepto.
- f. Cierta repetición de la información contenida en un mensaje, que permite, a pesar de la pérdida de una parte de este, reconstruir su contenido.
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Ir al grano
En resumen, redundancia es la reiteración superflua en el lenguaje. Ello se debe a la ausencia de las características primordiales de la escritura: precisión, concisión y claridad.
Lo ideal es siempre “ir al grano” y evitar el excesivo uso de sinónimos, pues con la intervención de la redundancia, una oración que puede explicarse en dos líneas, termina en un laberinto de frases sin concluir.
Por lo tanto es sumamente importante batallar contra su uso, ya que no solo le resta elegancia a un escrito, sino que también puede llegar a causar múltiples confusiones al transmitir el mensaje.
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Ejemplos de qué no hacer
Cuando te dispongas a escribir debes evitar frases tal como: “pero sin embargo”. Es suficiente con utilizar uno de ellos, nunca juntos.
Ese en definitiva es un ejemplo común de redundancia en el lenguaje oral, no obstante hay otros casos más sutiles como: repito de nuevo, volver a insistir, lágrimas en los ojos, una sonrisa en la cara, almorzar al mediodía o lapso de tiempo.
Todas ellas expresiones que no necesitan de complementos para ser comprendidos. Basta con decir “a secas” repito, insistir, lágrimas, sonrisa, almorzar o lapso.

Autoedición de textos
Recuerda: si puedes decirlo con cinco palabras, no hay razón lógica para utilizar diez. Con esa técnica te ahorras recursos y evitas el cansancio del lector.
Finalmente, el consejo más sano para dejar el mal hábito de la redundancia atrás es realizar siempre la autoedición de textos para evitar reiteraciones desprolijas.
Para ello puedes subrayar las palabras que sobran y luego releer el resultado omitiendo los excedentes.