Ningún sistema educativo en el mundo estaba preparado para los desafíos que impuso el Covid-19 y los resultados de la educación virtual, en muchos casos, no han sido tan alentadores en cuanto a calidad del aprendizaje se refiere, consideran usuarios, docentes y expertos en educación consultados por Literal-Periodismo Ciudadano.
Vicente Mora es estudiante de la carrera de Ingeniera Civil de la Universidad Centroamericana (UCA) y cree que las clases virtuales han limitado bastante la calidad de su aprendizaje.
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“Estudio Ingeniería Civil y dentro de nuestras clases bastantes cosas son prácticas y siento que me ha limitado en el aprendizaje, pues al estar desde clases virtuales desde casa, la explicación del maestro no se siente muy eficaz. Talvez el profesor esté haciendo su mejor esfuerzo, pero hay cosas que necesitamos verlas y platicarlas de forma presencial porque son temáticas un poquito más complejas de entender”, comentó.

Debilidades del modelo
De acuerdo al estudiante, una de las debilidades de la modalidad en línea es la falta de contacto con las prácticas en el terreno.
“Deberíamos hacer visitas de campo, pero eso es algo que no está ocurriendo por la modalidad virtual… las visitas de campo son un plus, que todo lo que estás viendo en el aula lo aprendés allí, podes sacar demasiada información para recomendar tus lecturas y eso es algo que nos ha hecho falta”, dice.
La emergencia obligó a muchos docentes a entrenarse a contra reloj en el uso de las plataformas digitales, pero el aprendizaje de ellos para transmitir educación es percibido como deficiente por los alumnos, mejor entrenados en el manejo de las tecnologías.
Barreras entre la práctica física y la digital
“Los profesores deberían tener un mejor manejo de las plataformas, ya que muchos profesores son muy buenos, pero hay otra parte que les cuesta manejar las plataformas y eso limita porque estamos en una clase y se dilatan de 15 a 20 minutos en arreglar problemas técnicos y eso como que en parte aburre ya que uno no inicia con el mismo ánimo”, cuenta Mora.
Para este estudiante, las clases virtuales limitan la interacción entre docente y estudiante que naturalmente ocurre en el aula.
“Si usaran una plataforma donde haya mayor interacción, no solo las videoconferencias, sino que los profesores puedan hacer presentaciones como genial.ly o algo por el estilo, que las clases sean como más interactivas porque siento que ese es otro pegón con las clases en línea, porque siento que la interacción es menor”.
“El profesor está hablando y es como un monologo, él hace toda su presentación, pero casi nadie responde”, se queja.
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El otro lado de la moneda
Del otro lado de la pantalla, hay docentes tratando de dar lo mejor de sus esfuerzos por continuar su labor educativa en la nueva modalidad.
En Literal hablamos con uno de ellos, quien ha dado clases presenciales y en línea en la varias universidades locales e internacionales, pero bajo condición de anonimato para no romper el protocolo de comunicación en una de las universidades donde imparte un curso.
Su visión principal es que muchos docentes y universidades no tienen recursos o capacitación en el manejo de las tecnologías, y en el caso de los alumnos, dice que una parte no tiene el compromiso suficiente para dedicarle tiempo de calidad de las clases.
Desconfianza hacia la cámara apagada
En su caso duda mucho de la atención que pone el estudiante que mantiene las cámaras apagadas durante una clase en línea.
“Los estudiantes apagan la cámara porque dicen que el video ralentiza la señal, otros porque no tiene un espacio de estudio propio y me dicen que les da pena que todos vean el patio, el cuarto o a la tía paseando en camisón por la sala, por ejemplo, mientras otros me dicen que el video descarga rápido la batería y por eso deben apagar”.
“Yo eso lo permito, pero no me gusta porque no se qué hacen detrás de la cámara apagada. A veces para incentivarlos a actuar, les pido que enciendan las cámaras y respondan o comenten sobre algo expuesto y vaya sorpresa: están ausentes de la pantalla”, se queja.
“Por ejemplo, yo le pregunto a alguien que está ahí con la cámara apagada que si podría decirme su opinión sobre la idea que yo acabo de exponer, o sobre la participación de su compañero de clases que acaba de hablar antes”.
En mute y ausentes
“De diez veces que ha hecho esa consulta, el último mes, sólo cuatro han respondido inmediatamente, mientras que el resto pasa más de un minuto en mute y como no podemos pasar (toda la clase) por el tiempo limitado, se pasa a la siguiente persona y se repite la misma dinámica”, cuenta.
“Y me ha pasado que he hecho tres consultas diferentes a personas que tenían la cámara apagada y las tres personas no contestaron y minutos después, vienen las excusas: se me cayó el Internet, se me dañó el audífono, me quedé sin batería o no se oyó bien la idea porque alguien estaba haciendo ruido en la casa…”.
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La silla vacía
En otra ocasión, una estudiante por error si encendió la cámara y todo mundo vio que ella se levantó y estuvo ausente gran parte de la exposición.
“Parece que esa persona no se enteró que estaba encendida su cámara y entonces simplemente se levantó, se fue y estuvo su silla vacía casi todo el tiempo durante una exposición y cuando regresó, se sentó nuevamente como con el teléfono en la mano, escuchó una parte de la transmisión casi al final, pidió la mano para opinar y después apago la cámara y seguramente se desconectó”, relata el docente.
“En aula me pasa que cuando permito que usen sus celulares, muchos pasan chateando, viendo videos o divagando en redes sociales, o sea que tampoco es que cierto que solo en las plataformas se distraen”, señala.
El modelo no está mal, lo malo es…
Nery García, Comunicador Social y consultor en comunicación digital, comentó que en sí mismas las clases en línea no están mal: “más bien, yo creería que el problema podría estar un poco en el conocimiento y en la metodología que aplicamos los docentes y también la cultura en la que hemos crecido los estudiantes”.
Si bien es cierto que en algunas universidades ya se venía implementando el desarrollo de la educación en línea, todavía se está aprendiendo sobre tendencias de metodología y cómo hacer un buen uso de la tecnología para que podamos llegar al usuario, en este caso, al estudiante, para motivarlo a estudiar, dijo García.
“Se entiende que las clases en línea son un modelo para que el profesor le brinde un acompañamiento al estudiante, basado en una currícula que tiene un propósito”, dice García.
Deficiencias saltan a la vista
En ese sentido, agrega que la misión del profesor ya no es la misión tradicional maestro-que-enseña-alumno-que-aprende; sino “que es un proceso de acompañamiento donde existe un feedback (retroalimentación) para que el estudiante pueda obtener nuevos conocimientos y tener sus propias resoluciones de conflictos, para aprender y tener nuevos conocimientos que le ayuden en su desempeño profesional próximo”.
García refuerza que en el caso del estudiantado, muchos por deficiente acceso a las tecnologías no tienen el conocimiento para ser autodidactas, que es en cierto modo, la base de la educación en línea.
“Si vos hacés un sondeo te das cuenta que muchos todavía no tienen o no tuvieron desde pequeños accesos a internet y por consiguiente tampoco tienen la cultura autodidacta de estudiar y de tener su propio aprendizaje”, sostuvo.

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Nicas usan internet para ocio
Añadió que otro dato importante es que en Nicaragua apenas el 56.6% se supone que tiene acceso a internet, según las estadísticas hasta diciembre de 2020 de la Unión Internacional de las Telecomunicaciones, adscrita a Naciones Unidas; es decir, que casi 6 de 10 nicaragüenses no tienen acceso a internet.
“Si hacemos un análisis un poco más profundo y si vos le preguntas a estos 6 nicaragüenses cómo hacen uso del internet, estoy muy seguro que una gran cantidad dice que para entretenimiento”, dice García.
“Si no te lo dicen y pudieses hacer una investigación un poco más cualitativa-cuantitativa sobre el uso de internet, seguramente te vas a dar cuenta de que el entretenimiento está en primer lugar; de hecho, ya han hecho estudios donde se evidencian que el ocio es para lo que más usan el internet y solo una mínima parte lo usa para estudiar o para aprender o para informarse”, remarcó García.
Escuelas sin internet
Jorge Mendoza, director ejecutivo en Foro de Educación y Desarrollo Humano, asevera que el debate no se trata de calificar si las clases en línea tienen desventajas o aspectos negativos, sino de analizar las deficiencias del sistema educativo para superar las debilidades.
“Lo que pasa es que cualquier sistema educativo del mundo, para desarrollar educación en línea, a distancia o remota, necesita crear una serie de competencias docentes pedagógicas o didácticas y es necesario una infraestructura que responda precisamente a soportar estas modalidades de educación”, señala.
“Nos estamos refiriendo a tecnologías que deben de tener las escuelas públicas y me refiero a instalaciones de internet que debería de tener las escuelas públicas del país”, comentó.
Mendoza, añade que “el problema de la educación en línea en Nicaragua es que solo un porcentaje muy pequeño de las escuelas públicas tienen acceso a internet”.
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Docentes sin acceso a Internet
De los 54 mil docentes que tiene el país, un porcentaje mínimo, al parecer entre el 15% y 18% tiene acceso a un dispositivo electrónico con internet, estima Mendoza.
“Ese significa que, aunque haya docentes que tienen dispositivos electrónicos, a lo mejor no tienen para la recarga habilitada con servicios de internet”, observa Mendoza.
“He ahí uno de los primeros obstáculos para poder desarrollar una educación en línea, que sea efectiva y que responda al desafío de desarrollar aprendizaje en tiempos de crisis y en tiempos de pandemia como lo que estamos viviendo en el país”.
Pandemia puso de rodillas al modelo educativo mundial
Mendoza dice que realmente el problema de la educación en línea, según una expresión que utilizó UNESCO, es “que puso de rodillas a todos los sistemas educativos del mundo”.
“Ningún sistema educativo en el mundo estaba preparado para los desafíos que impuso la pandemia: los desafíos de tener instaladas capacidades en los docentes y tener capacidades en infraestructura para poder tener un internet efectivo y poca y muy poca experiencia en el tema de desarrollar aprendizajes en línea”, dice el especialista.
“Eso podría ser el mayor aspectos negativo que tiene la educación en línea no solo en Nicaragua”, concluye Mendoza.
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Recomendaciones para mejorar clases en línea
- Adecuar la currícula educativa pensada en desarrollo presencial a formato en línea. Seleccionar qué materias pueden desarrollarse bajo el modelo de educación a distancia y qué materia demanda más participación presencial.
- Invertir en capacitación docente e infraestructura escolar por parte de los centros. Por parte de las familias, garantizar dispositivos básicos para conexión y asegurar el acceso a datos a los estudiantes y actualizarse en uso de Internet los padres, madres o tutores.
- Planificar en los centros el acceso limitado a los laboratorios o clases prácticas, de modo que por seguridad, no todos accedan a la misma vez a un espacio físico. Requiere esfuerzo, disciplina y organización de docentes, alumnos y centros educativos.
- Aumentar las medidas de seguridad, distanciamiento y equipamiento preventivo en los centros. SI bien en muchos centros públicos de Nicaragua no hay acceso al agua, los docentes y responsables de familia pueden dotar de alcohol y mascarillas a los alumnos.
- Recortar los tiempos de exposición. En aula, la capacidad de atención académica puede tolerarse hasta en dos horas consecutivas. En línea no debe pasar de la hora, con al menos cinco minutos de descanso visual.
- Diseñar materiales suplementarios a la explicación oral, en vez de hablar de X tema, mostrarle una película, un documental, un video, un documento que trate el tema y así, sobre la base de esa experiencia, tratar el tema.