La historia del voto femenino en Nicaragua es relativamente corta: 64 años desde la primera vez que las mujeres pudieron ejercer el derecho a votar. El momento histórico ocurrió el 3 de febrero de 1957, luego de una larga lucha de décadas de un grupo de mujeres, entre quienes destaca la profesora Josefa Toledo de Aguerri.
Toledo solicitó ante la Asamblea Constituyente de Nicaragua que se reconocieran los “Derechos de la Mujer como Ciudadana de la República”.
Tras largos años de discursos políticos, de manipulaciones y burlas de la prensa, la sociedad y los colectivos masculinos, finalmente esta petición se aprobó luego de una reforma constitucional a través del llamado “Pacto de los Generales” de 1950.
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Varias décadas de demanda
Nicaragua y Belice fueron los últimos países de Centroamérica en aprobar el sufragio femenino. Sin embargo en Nicaragua , la práctica de este derecho se vio influenciada por intereses partidarios, manipulaciones políticas y burlas.
El historiador Bayardo Cuadra (E.P.D) dijo en 2016 en una publicación del extinto periódico El Nuevo Diario, que la aprobación del voto femenino en el país fue el resultado de una lucha por parte de las mujeres, la cual inició en los años 40 como una protesta ante el apresamiento y asesinato de estudiantes y jóvenes durante el régimen de Anastasio Somoza García.
Sin embargo, otras investigadoras trasladan el inicio de esta lucha incluso a finales de los años 20 e inicios de la década de los 30.
Literal Periodismo Ciudadano ha consultado a la historiadora Victoria González-Rivera, quien desde su investigación y análisis personal nos cuenta cómo se dio la lucha por el voto de las mujeres en Nicaragua y qué elementos del contexto histórico influyeron.
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Una solicitud de las “sufragistas”
De acuerdo con González-Rivera, al convertirse Nicaragua en República, algunos “miembros de las élites” comenzaron a interesarse en el ejercicio del voto femenino para aumentar su caudal de poder.
La historiadora aclara que este interés surge en pro de los derechos únicamente de las mujeres de la misma élite, dejando de un lado a las mujeres rurales, indígenas y pobres.
“Para 1905 ya empieza un movimiento feminista en Nicaragua, este pequeño grupo estaba integrado principalmente por mujeres de clase media y alta. Entre ellas, la maestra Josefa Toledo y algunas profesoras. No todas se identificaban como feministas, pues algunas únicamente se autonombraron sufragistas”.
Victoria González-Rivera
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Una lucha de décadas
Entre las acciones realizadas en busca del derecho al sufragio, destacan las marchas y mítines, pues según González-Rivera “eso le molestaba a mucha gente”, en una sociedad conservadora, de profundas creencias religiosas y patriarcal.
“Hubo persecución en contra de las mujeres que estaban a favor del voto”, mencionó la historiadora.
Además, detalla que como parte de los prejuicios, a las mujeres les fue cuestionada su sexualidad, fueron acusadas de “de ser lesbianas” por reclamar derechos que entonces se consideraban estrictamente masculinos y “había mucha homofobia”.
Por otra parte, los periódicos eran usados para acusar y desprestigiar a las “sufragistas” y sus demandas de apertura y participación en la vida política del país.
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Momentos históricos determinantes
Para 1928 las sufragistas “pensaban que tenían el voto amarrado”, pues contaban con el apoyo de muchos diputados del Congreso, refirió González-Rivera.
A pesar de esto, por ser un contexto de intervención estadounidense, los marines que supervisan las elecciones se negaron al sufragio femenino.
Una guerra iniciada en 1927, la depresión económica mundial de 1929 y el terremoto de 1931 en Managua, fueron también elementos que dificultaron de la lucha de los nicaragüenses, detalló González-Rivera.
Cálculos políticos sobre el voto de las mujeres
En Nicaragua entre 1922 y 1932, tanto liberales como conservadores discutían entre aprobar o no el voto de las mujeres, pero no llegaban a un acuerdo.
Si bien habían voces honestas en el interés genuino de darles acceso a las decisiones políticas, otras se oponían en base a cálculos políticos.
El tiempo de reclamo de las mujeres nicaragüenses, cada vez más preparadas intelectualmente con acceso a universidades extranjeras, se prolongó de los años 20 y 30 a la década de los 40 y 50.
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La “doble militancia”
Según González-Rivera en la misma búsqueda del voto y movidas por ideales políticos propios, apoyadas por uno y otro partido político (Partido Conservador y Partido Liberal), las mujeres se dividen y crean “alas femeninas conservadoras” y “alas femeninas de Somoza”, de ideología liberal, con el fin de apoyar a cada partido respectivamente.
Entonces “comienzan a luchar por el voto, pero el voto dentro del partido (…) ambos partidos de las llamadas paralelas históricas sienten que tienen control de las mujeres, porque tienen estas organizaciones”, señaló González-Rivera.
En este contexto se da el Pacto de los Generales, suscrito el 3 de abril de 1950 entre los generales Emiliano Chamorro, conservador, y Anastasio Somoza García, liberal.
Ambos llegaron al acuerdo de que se le debía de dar el voto a las mujeres, con ciertos límites y requisitos; sin embargo, el llevar a la práctica este ejercicio, no fue de forma inmediata, por lo que las mujeres continuaron marchando, haciendo mitines y escribiendo proclamas para que no se extendiera la aprobación de su derecho, expone la historiadora.
1957 la primera vez que las mujeres votaron
Las luchas políticas de grupos adversarios a Somoza, que participaron en acciones armadas contra el régimen, desató detenciones, juicios, persecución y tortura contra muchos jóvenes de clase media, lo cual incrementó la presión de sus madres y parientes mujeres para demandar el voto, como una forma de lucha cívica y política para incidir contra la represión de Somoza, relató la historiadora.
El voto femenino fue aprobado en 1955 y ejercido por primera vez en las elecciones presidenciales de 1957, rememora González-Rivera.
Sin embargo, esto se da en medio de la dictadura somocista y con fines políticos, lo cual limitó el acceso de las mujeres a las urnas: la falta de libertades por la represión y control político de la dinastía Somoza y la falta de confianza en los colegios electorales, pues ya se sabía “quién iba a ganar”, hizo que muchas mujeres se abstuvieran en forma de protesta.

Dos narrativas y un mismo fin político
“Al final solo es un porcentaje de la población el que se ve satisfecho, con el resultado de esa lucha”, dice la historiadora.
González-Rivera señaló que hay “una narrativa” que promueve a Somoza como quien dio el voto a las mujeres, mientras que otro grupo dice que fue el general Chamorro quien lo obligó a aprobarlo.
“No se sabe qué pensaban ellos a nivel individual”, dice ella, pero “claramente ambos lo veían con fines políticos”, destacó la historiadora.
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Voto sin restricciones
Aunque en otros países el voto de la mujer estaba sujeto a condiciones y excluía a ciertos grupos, en el caso de Nicaragua el voto se dio sin restricciones.
A juzgar por González-Rivera esto sucedió porque “a nadie le beneficiaba excluir a las mujeres que por ejemplo no supieran leer y escribir”.
Además, agrega que muchas mujeres votaron sin estar claras de lo que hacían y que incluso niñas fueron llevadas a votar, todo esto con el fin de beneficiar únicamente al poder político.
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Las mujeres que “abrieron el camino”
La profesora Josefa Toledo, impulsadora de este importante cambio en la sociedad de Nicaragua fue también la primera mujer nicaragüense que ocupó el cargo de Directora General de Instrucción Pública.
Además es considerada la precursora del movimiento feminista en Nicaragua.
En la lucha por el voto de las mujeres también se recuerdan los nombres de Magdalena Úbeda de Rodríguez, Angélica Balladares de Argüello, María A. Gálnez y Maria Cristina Zapata Malais.
Ley 50-50
En el año 2012 fue aprobada en Nicaragua la Ley 648, Ley de Igualdad de Derechos y Oportunidades conocida como Ley 50-50
Esta normativa establece la distribución equitativa entre hombres y mujeres de los cargos y puestos en instituciones estatales de Nicaragua.
Por lo anterior debería ser más recurrente que las nicaragüenses estén ocupando lugares como magistradas, diputadas, alcaldesas e incluso como presidentas del país y tomando control de muchas situaciones.
Destaca en esta lucha, la victoria de Violeta Barrios de Chamorro en 1990 como primera y única presidenta electa por voto popular en la historia de Nicaragua y Rosario Murillo, como vicepresidenta de Nicaragua desde 2016.

Ley en papel mojado
Sin embargo existen fuertes cuestionamientos de sectores feministas que han mostrado indignación respecto a esta normativa.
Alegan que en la mayoría de los casos las mujeres no tienen mayor protagonismo en las decisiones de las instancias de las que son parte.
Sin embargo, la ley obliga a los partidos políticos a incorporar a una mujer por cada hombre postulado a cargos de elección popular.
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Puestos volátiles
Un claro ejemplo de la situación expuesta anteriormente es el Ministerio de la Mujer, organismo creado en 2013 por el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo y por el cual han pasado un gran número de mujeres “ministras” en pocos años.
A la fecha a pesar de ser una entidad beneficiaria de recursos presupuestarios del Estado de Nicaragua, no ha mostrado avances en el desarrollo de políticas que favorezcan a las nicaragüenses.
Según el Consejo Supremo Electoral de Nicaragua (CSE), este 7 de noviembre pasado, 4. 4 millones de nicaragüenses estaban en condiciones de votar; de este total la población femenina representaba el 51% lo que correspondería a alrededor de 2.2 millones de mujeres ¿llegaron a las urnas?.