En Costa Rica, grupos desde cinco hasta doce nicaragüenses conviven apretujados en cuartos o pequeñas casas, para hacerle frente a los costos de alquiler. En este país, día a día luchan por sobrevivir, trabajando como recolectores de piña o en las bananeras, en oficios informales, en restaurantes, como recepcionistas y en el caso de los profesionales, alejados de lo que fue su vida laboral en Nicaragua.
“Ya mi refugio fue aprobado con fecha del año anterior, en septiembre fue aprobado y en noviembre obtuve mi residencia”, cuenta el médico Rommel Meléndez, uno de los 21 profesionales de la salud que se encuentra en Costa Rica trabajando como recepcionista y en manejo de disposiciones sanitarias en el restaurante Friday’s.
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En Nicaragua, Meléndez era docente en la Universidad Nicaragüense de Estudios Humanísticos (UNEH) y ejercía su profesión en consultas privadas, labor muy distinta a la que hoy se dedica para poder subsistir en el exilio.
Confiesa que no ha dejado de realizar consultas médicas, junto a otros especialistas que se encuentran organizados con la diáspora nicaragüense para atender a refugiados.
“En mi caso, lo que pasó es que durante la pandemia, la empresa para la cual trabajaba que era una consultora pues cerró, por el asunto que se dedicaba a hacer encuestas y por esa razón producto de la pandemia todos esos empleos fueron cerrados, así pasé tres meses, hasta que encontré un nuevo empleo, con otra gente en el área de recepción y haciendo diferentes tipos de trabajo también, (…) a otros les ha tocado duro, prácticamente la mayoría de los médicos acá no han podido encontrar empleo”, contó el galeno.
No todos han corrido con la misma suerte. La falta de empleo obliga al retorno a Nicaragua en muchos casos, algo que para Meléndez es un problema, ya que la incertidumbre los acompaña regresando a suelo pinolero, por la represión del aparato estatal que aún no cesa.
“La mayoría lo que hace es no regresar a su mismo municipio o departamento y los que regresan a sus lugares de origen, van con la salvedad de que puedan ser apresados, hostigados o asediados a como han estado haciendo la policía y los paramilitares”, señaló.
Meléndez ayudó en la atención a los chavalos heridos a raíz de las protestas sociales de abril de 2018.

Marginados por solicitar refugio
Otro de los nicaragüenses entrevistados por Literal Periodismo Ciudadano es Marvin, maestro de profesión.
Prefirió que no se citaran sus apellidos por temor a represalias con sus familiares. Explicó que por el hecho de presentar carné de refugiados les ha tocado ser marginados por empleadores o ser explotados y mal remunerados en diferentes negocios o empresas, “especialmente por negocios de micro o medianos empresarios chinos”.
“En teoría dicen que con el permiso laboral uno consigue trabajo y en la práctica no lo es, a muchos, el solo hecho de tener carné de solicitante de refugio no le da el trabajo porque lo marginan, otro punto es que en lo único que uno puede encontrar trabajo es construcción, porque no piden tanto papeleo más si es con contratistas, esto porque pagan menos, también exigen más y los ticos no trabajan en construcción”, relató Marvin quien hasta el momento se encuentra desempleado.
Títulos no son valorados en Costa Rica
Para Gonzalo Carrión, del organismo defensor de derechos humanos Nicaragua Nunca Más, radicado en Costa Rica, la falta de oportunidades laborales ha hecho que muchos exiliados se junten en grupos de cinco y hasta doce para poder sobrevivir y pagar un lugar donde vivir.
Los locales oscilan entre $200 y $300 los más accesibles, dependiendo de la zona, lo que es un reto para salarios de 3,000 a 6,000 colones ($5 a $10) por hora.
“Aquí hay personas que en Nicaragua eran profesionales, titulados con experiencia y aquí (Costa Rica) no se les da valor, no se les reconocen los títulos, ese es en el término de los profesionales, que es el caso de los médicos, no hay facilidad para que los médicos ejerzan”, dice Carrión.
“Entonces esas personas que vinieron, salvaguardaron su vida, pero estando acá la oportunidad de empleo han presentado serias limitaciones, al punto que hay profesionales, gente trabajadora, obreros, que se han regresado a un país inseguro”, dijo Carrión a Literal Periodismo Ciudadano.
Carrión aseguró que antes de la pandemia había una condición de precariedad que se ha agravado por el golpe económico ocasionado por la crisis, sacando a flote la desigualdad social en temas de salud, puesto que “hay nicaragüenses que se quejan que no son atendidos debidamente en los centros médicos, con buenas y malas prácticas, no siendo igual para todos”.

Éxodo de nicaragüenses
A raíz del estallido social en abril del 2018, se desató hacia Costa Rica un éxodo de miles de nicaragüenses que habían sufrido la represión por parte del aparato estatal del gobierno Ortega Murillo, lo que representó un gran reto para Costa Rica y para organizaciones de apoyo humanitario, que han tenido que reducir la ayuda a nicaragüenses por falta de recursos de donantes.
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En marzo del 2020, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR, informó que a raíz del estallido social de abril de 2018, la primera opción para los expatriados nicaragüenses fue Costa Rica, que acogió hasta ese momento unas 77.000 personas.
Para finales de 2019 se estimaba unos 103.600 nicas refugiados o solicitantes de refugio en el mundo.