El Día Internacional de la Mujer Rural se conmemora cada 15 de octubre desde el año 2008. De acuerdo con la Organización de Naciones Unidas (ONU), la celebración busca “el reconocimiento del papel decisivo de las mujeres en el desarrollo de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza”.
Para Nicaragua, la agricultura es una de las principales actividades económicas. Sin embargo, no todos los habitantes de zonas rurales poseen tierras propias, a esto se le suma el limitado acceso a la educación y los bajos ingresos económicos. En este contexto las mujeres son más vulnerables.
Vivir en la ruralidad y trabajar en zonas urbanas
Las mujeres que han crecido en las zonas rurales y toda su vida ha girado en torno al trabajo de campo, quedan en desventaja cuando no poseen tierras. Ser mujer y estar al cuidado de sus hijos y esposos son limitantes para que sean contratadas en las labores del campo, por lo que mayoritariamente este trabajo es asignado a hombres.
Martha Muñoz es originaria de la comunidad Santa Rosa, en el municipio de San Fernando, en Nueva Segovia. Tiene 35 años de edad de los cuales 20 años ha dedicado a vender verduras, productos que compra a agricultores de la zona, en el mercado municipal de Ocotal, a unos 23 kilómetros de su comunidad de origen.
El esposo de Muñoz trabaja cultivando la tierra junto a su hijo de 18 años. Ella se levanta a las 3 de la madrugada cada día, toma una camioneta, un autobús y un taxi que le permiten comenzar a vender a las seis de la mañana. Esta mujer rural y su esposo son el sostén económico para sus hijas de 12 y 2 años de edad.
Escuche nuestro podcast: La vida de las mujeres en las zonas rurales

Bajo poder adquisitivo
En Nicaragua la disparidad entre el salario mínimo y el precio de la canasta básica es abismal. El ajuste al salario mínimo aprobado para 2021 en el sector agropecuario es de 4, 414 córdobas, el más bajo de todos los sectores. Mientras que el precio de la canasta básica de acuerdo con la actualización mensual del Instituto Nacional de Información de Desarrollo (INIDE), en agosto 2021 se aproxima a los 15,270 córdobas.
Para las mujeres rurales que trabajan en la informalidad el poder adquisitivo es menor. “En un día que la venta está buena me gano unos 200 (córdobas), pero como ahorita casi no se vende, hago unos 100 pesos al día”, comenta María Gómez.
Gómez tiene 55 años de edad y desde los siete años se ha dedicado a la venta de verduras y miel de jicote por los distintos barrios de Ocotal. En su infancia vendía junto a sus tías, cuando creció y se convirtió en madre comenzó a trabajar como asistente del hogar en diferentes municipios de Nueva Segovia, ahora volvió al trabajo que realizaba en la niñez.
Además de Literal: 20 libros escritos por mujeres que te recomendamos leer

Tenencia de la tierra y la brecha de género
La tenencia de la tierra mayoritariamente ha estado en las manos de los hombres. En Nicaragua, del total de la tierra utilizada para explotación agropecuaria, el 13% está en manos de mujeres frente a un 86,7% trabajada por hombres; esto según el informe presentado en 2017 por la Iniciativa Basada en Compromisos “Mujer Rural y Derecho a la Tierra” de la Coalición Internacional por el Acceso a la Tierra (ILC), “Mujeres rurales: entre heterogeneidad, continuidad y cambios”.
Auxiliadora López es de la comunidad Las Cruces, en el municipio de Mozonte, y comenta que no posee tierras y cuando siembra algunos productos es en el patio de su casa.
Muñoz, Gómez y López, al igual que la mayoría de mujeres que viajan del campo a zonas urbanas para comercializar verduras, compran los productos a medianos productores pues ellas no tienen tierras para cultivar.
Le puede interesar de Literal: LatFem Lab, una plataforma para la formación del periodismo feminista

Falta de acceso a la educación
En 2009 el Ministerio de Educación de Nicaragua declaró que el país estaba libre de analfabetismo, alegando que la población no alfabetizada no superaba el 5%.
Más de una década después, las niñas y mujeres rurales siguen enfrentándose a la falta de acceso a la educación. La lejanía de las escuelas o verse obligadas a trabajar para sobrevivir, son algunas de la causas por las que muchas no asisten a ningún centro de enseñanza.
Además de Literal: 20 libros escritos por mujeres que te recomendamos leer
“A mí no me echaron a la escuela, lo que sé escribir es mi nombre”, relata López, quien recorre a diario los barrios de Ocotal, vendiendo verduras y canastas de plástico. López tiene una hija de 17 años, quien cursa el cuarto grado de primaria y se hace cargo de los quehaceres del hogar mientras su madre trabaja.
Muñoz logró estudiar a hasta primer año de educación secundaria, pero debió comenzar a trabajar para satisfacer las necesidades económicas de sus hijos. Por su parte Gómez, comenzó a trabajar a temprana edad y a sus 55 años no sabe leer ni escribir, pero su trabajo como comerciante le enseñó a hacer sumas y restas de forma mental con rapidez.